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¿Quién dijo que la Ópera es “elitista”?


En León, una iniciativa del Teatro del Bicentenario regresa la Ópera a sus legítimos dueños: el pueblo, los artistas, los jóvenes, las familias, la comunidad entera. Como hace más de cuatrocientos años en los teatros callejeros de la Toscana renacentista, la música y el drama –o la comedia- entusiasmaron a más de cinco mil leoneses que el pasado fin de semana, sentados en los jardines del Bicentenario disfrutaron de tres producciones, La Bohème, El Barbero de Sevilla y Tosca, que en su dia se representaron en el propio teatro.

Ópera Picnic –así se llamó el experimento concebido por Alonso Escalante- convocó de manera gratuita por redes sociales y sólo a través de ellas a todos los seguidores del Teatro a disfrutar de una función –o dos, o las tres- en pantalla gigante digital, con sonido profesional y que lo hiciesen además acompañados de sus amigos, sus parejas, sus hijos, sus padres o sus vecinos, para crear una atmósfera de solidaridad, convivencia y articulación social en torno a una manifestación artística que, como en sus orígenes, volvió a convertirse en un fenómeno cultural y popular.

Solo que ahora no en Toscana, o en la Provence, sino en León, Guanajuato, México.

Sin  ningún incidente que lamentar, ni humano ni técnico, el público leonés que asistió asombró por su interés, su respeto, su urbanidad y su espíritu participativo. Mil quinientas personas el jueves, dos mil el viernes y otras dos mil el sábado son testigos que la ópera goza de cabal salud y está viviendo los mejores momentos de su existencia, superado el acartonamiento y falsedad a que fue sometida en épocas no muy remotas, hoy la ópera emerge como un espectáculo escénico y dramático de gran magnitud que se adapta a la modernidad y que recoge los desafíos históricos y sociales para convertirse también –cómo no- en un arte de denuncia…y además popular.

Hoy, gracias a este experimento, cinco mil leoneses más saben que la ópera ni asusta ni aburre ni hace daño y que por el contrario, sirve para extraer del público lo mejor de su espíritu. Los gobernantes deberán aprender la lección de que los ciudadanos somos adultos, sabemos convivir y comportarnos y no seguir tratándonos como menores de edad o peor, como sujetos de reformatorio.

Viendo la espléndida versión de Tosca que se cantó en el Teatro del Bicentenario y que se proyectó el sábado en un jardín abarrotado, respetuoso y entusiasta, reflexioné sobre qué pensaran algunos de los consejeros “ciudadanos” del Teatro que desde su balcón decimonónico prodigan “magnánimamente” el arte al pueblo pero siempre en sentido vertical, de arriba hacia abajo, y esta idea genial del teatro de compartir el arte en sentido horizontal, de tú a tú, de nosotros a nosotros, de igual a igual, porque eso y sólo eso es la Cultura.

(Lo que hacen los decimonónicos es, simplemente, Diletancia).